jueves, 4 de abril de 2013

La interpretación de mi sueño

El 7 de Marzo, sentados en forma de circulo, nos disponíamos a contar nuestros sueños de la semana. Algunos compañeros contaron los suyos y yo también el mío. Aquel en el que, en una ciudad italiana doy vueltas volando mi vestido nuevo y, de repente me encuentro hablando con cuatros hombres mafiosos trajeados y me convencen de que tengo una enfermedad horrible que podría causar mi muerte. Pero hay cura, y ellos tienen la fórmula. Para conseguirla ha de explotar una catedral con todas las personas que dentro se encuentren. Al final, estos mafiosos intentan convencerme de que elegir la medicina es la mejor decisión y eso hago. Escondida contemplo el atentado y, cuando me quiero dar cuenta uno de los mafiosos está clavándome dos enormes inyecciones cargadas de un fluido verde fosforito. Una en cada brazo.
Yo, despavorida ante la situación y horrorizada por mi acto, huyo. Corro, corro y corro hasta llegar a un lugar más reconfortante. Es mi viejo barrio, en el que jugaba todas las tardes de mi infancia. Andando por sus calles encuentro a Alba y juntas vamos a una tienda en la que encuentro unos preciosos leggings.
Por la noche, vamos a la playa. Donde bailamos al son de la música de los chiringuitos. Todo lo malo se ha olvidado y ahora estoy tranquila bailando con mi vestido nuevo.

La profesora preguntó si a alguien le gustaría dramatizar su sueño, y a mí me hacía mucha ilusión, asique lo propuse.
Mi yo onírico era Clara, Raquel, mi amiga; Víctor, Víctor (otro) y Héctor eran los mafiosos. Los demás eran catedral, tienda y chiringuito.

Hicimos tres representaciones y cada cual era más profunda.

En la primera había cosas que no salieron bien, y así lo sentí tanto yo como los interpretes. No sabían muy bien como actuar al final, cuando estaban en el chiringuito.

Una vez se lo expliqué, ya supieron como me podía haber sentido yo y lo interpretaron. No fui quizá igual que en mi sueño, pero no hace falta, el caso es interpretarlo y a que a todos nos transmita algo.

La tercera fue realmente la que nos pareció la mejor. Nos sentimos muy bien todos y a mí me encantó cómo mi ego onírico se reencontró con mi amiga.

En la explosión, hubo gente que se quedó con las ganas de explotar más, saltar y gritar más fuerte, echando todo lo malo fuera de sus cuerpos.

Así lo hicimos, todos nos pusimos de pie en nuestras sillas y pegamos un gran salto acompañado de un grito. ¡Qué alivio!

Despues, fui a la exposición de La casa que nos habita

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